CINE, CRÍTICAS

CRÍTICA: POMEPEYA (POMPEII, PAUL W.S. ANDERSON, 2014)

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Los dioses se enfurecieron y lanzaron su ira en forma de una super erupción volcánica del Vesubio sobre la antigua villa romana de Pompeya. Esta tragedia sirve como telón de fondo para narrar la historia de amor entre un esclavo convertido en gladiador llamado Milo (Kit Harrington ak.a. Jon Nieve) y Cassia (Emily Browning) una joven romana adinerada destinada a casarse con un corrupto senador (Kiefer Sutherland).

Anderson y sus guionistas han hecho de lo que prometía ser uno de los films épicos del año una total y absoluta catástrofe, menos mal que al final como la propia Pompeya, todo arde.

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No se salva diseño de producción, cuyos decorados parecen de cartón piedra; ni siquiera sus tridimensionales virtudes visuales pirotécnicas logran compensar el desastre que Anderson, que tampoco es que haya destacado en su trayectoria como director, y su multitud de guionistas hacen de la cinta cuya preproducción duro nada menos que seis años, pese a que nadie lo diría.

Unos diálogos que no se sostienen ni con pinzas, aderezados con unas gracias varias impropias del cine catastrófico hacen de Pompeya una película totalmente prescindible con un guión totalmente surrealista.

Tampoco se salva el reparto. El guapísimo Harrington parece que no sabe actuar “más allá del Muro” y sólo enseña abdominales. Browning es mona pero más sosa que un día sin pan y el también televisivo Sutherland, simplemente parece que pasaba por ahí para hacer de malvado vestido de romano.

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Aburrida e insalvable en todos sus aspectos, Anderson ha conseguido transformar una increíble historia en una soberana catástrofe audiovisual. No la recomiendo para nada, ni siquiera para una tarde de domingo. Una hora y media de mi vida que me podría haber ahorrado. Cero de cero.